Angel en el circo
Éstos que ven aquí,
excelsos miembros del Jurado del Pueblo,
son el remanente
de una bandada de insurgentes.
Poco a poco la Milicia intelectual
los fue atrapando, tanto en estaciones
de trenes como en cementerios.
Éste quiso hacerse el invisible,
cayó en éxtasis, y el vapor
que lo cubría dio el rastro de su olor
a los sabuesos
del Ministerio de Identidad y Literatura.
Éste otro promovió la rebelión
entre los artistas afiliados al programa
de la Peña de Poesía Instantánea,
circulando papelitos indescifrables
que utilizaban la tercera persona
del singular.
Ése en la esquina cargó el uniforme
que para honra colectiva nos confunde,
pero no supo que hacerse con las alas.
Le formaban un bulto por la espalda.
Lo delató un Inspector de Nalgas.
A éste lo agarraron en un parque
parado sobre un árbol en flor,
con los brazos abiertos,
una mano extendida
hacia una transeúnte.
Aquél sobrevoló muy descarado
la reunión semanal de Aprendices
del Sindicato de Deportes Retóricos,
silbando lentamente, y meando
jugo de uva.
El cabecilla se quedó desnudo
en el vestíbulo del Auditorio
para la prevención de la Heterodoxia,
con la intención de que los que pasaran
lo manosearan.
Bajo tortura por tres días,
a fuerza de recitales y conferencias,
confesó que había olvidado sus nombres,
que le gustaba la música operática,
que paseaba durante la hora azul,
que lloraba al hacerse la paja,
que comía arroz con mayonesa,
que los lunes vestía de violeta,
y que tenía la costumbre
de crear soliloquios por teléfono.
Le hemos revisado cada célula.
No lo protege la biología.
Tiene alas pero no abanica.
Tiene plumas pero no empolla.
Tiene garganta, pero no canta.
Tiene piernas pero no se cuadra.
Tiene sexo, pero los eruditos
dicen que no se encuentra en el catálogo.
Por lo tanto, señores del jurado,
por ser inútiles a nuestra empresa,
por pulular por el pelo público,
por arrastrarse por los muslos del Estado
por fomentar la exploración de los sobacos,
por caminar con la boca siempre abierta
él, y los suyos, y sus seguidores,
deben borrarse de la faz de la tierra.
HABLA, ¿QUIÉN ERES?
El hombre que ama.
¿Y ÉL?
Mi ángel. Mi salud. Y mi muerte.
¿SU NOMBRE?
Corresponde al mío.
¿HAS YA
BEBIDO DE SU BOCA?
Todo el amargo
conocimiento.
¿SU LABOR?
Mostrar el árbol
para que lo abrace.
Mostrar la flor
para que la sea.
¿SU LABOR?
A través del espejo
hacer que reconozca
su cuerpo mi cuerpo.
¿SU LABOR?
Enseñarme el oficio
de guía y curandero.
¿CONSIENTES?
Tengo la vocación
de su rostro.
Semen y compañero
Soy, su poeta
Ilustrado por Víctor Manuel Amador
NY1982- París 1986- NY 2005
© 2005 alfredo villanueva collado
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