Veintitrés de noviembre

Veintitrés de noviembre

Ese día de noviembre
en el hemisferio norte

se canceló el otoño

y se reabrió la primavera.
El Sol que fue el padrino
    
llegó primero.
Se apareció gozoso 
con la mañana recién 
 nacida entre sus brazos.
De regalo nos dió  
  un día muy claro
a quien prohibió
vestir
su atuendo caluroso;

un cielo azul
y nubes espumosas.
A la lluvia,
que se asomó curiosa,
le ordenó que se marchara.
 Se colocó sonreído
a buen resguardo

tras una nube enorme

 y desde allí fue el mejor testigo que alguien puede tener 
y que tuvimos.

La madrina fue la Tierra.

Coqueta se vistió de verde.
Nos regaló
una enorme alfombra
decorada con cafetos florecidos,
 

canarias amarillas
 y margaritas silvestres.

Los árboles también  
fueron testigos.
Como regalo, su sombra
 y por acuerdo,
junto
a otro invitado, el viento,

 hicieron de las ramas abanico,
y mantuvieron el ambiente fresco. 
Volando bajo se unieron 
 séquito nupcial,
su particular ave maría.
Junto a los pájaros
 los demás testigos
aquellos unidos por la sangre
y desde luego los amigos.
Testigos protagonistas
todos
del momento en que
agarrados de la mano
rebosantes de alegría
juramos sonriendo
que desde ese día
todos los días
y hasta el último día
rendiríamos homenaje
permanente a la alegría.

hilda/06/07

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Vaya manera de describir una boda, muy interesante.

Rosa

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