Sabiduria de Reyes
Sabiduría de Reyes
Serigrafía de los Reyes Magos
de Tainahíl Reyes (una de los tres "Reyes" sabios de mi familia)
Si hubiera sabido que sería la última vez, tal vez hubiera cambiado de tema tan pronto divisé a mi madre parada en la cocina en posición de oírnos. No pasó mucho tiempo desde que Minerva se fue para que mami nos abordara en la misma cocina para decirnos .."si insisten en ver a los Reyes Magos se perderá la magia y ya no volverán"....
Llegaba tarde, al menos para mí . La suerte estaba echada. Ese día yo esperaría a los Reyes despierta, o peor aún, me haría la dormida. De esta manera esperaba probarle a Minerva que los Reyes sí existen, que lo que nos contó es una patraña de una resentida. Los Reyes llevaban años sin visitarla con muy buenas razones. ¡Qué falta de fe en la magia de esos tres caballeros magos de Oriente! Dudar de su existencia. Claro, para ella era difícil reconocer que la razón por la que no la visitaban era, precisamente, su falta de fe y su mala fe de andar desacreditándolos por todas partes y sembrando la semilla inquieta de la duda en el corazón de otros niños.
Esa noche, como toda víspera, nos acostamos temprano. Las voces de los amigos reunidos en el balcón y en la calle frente a nuestra casa conspiraron para que el sueño no me alcanzara antes de que los Reyes llegaran. Pero, no lo duden, en cada vuelta que nos dio mi madre, pareció inclusive, que roncaba. Mi madre comentó: "a esta le va a dar catarro otra vez, ya está tupida. Oye como ronca."
En algún momento cesó la algarabía, los vecinos también se retiraban aludiendo a que tenían que ir a esperar los Reyes. Todo fue silencio por un rato no muy largo. La música dulce de una cajita me avisó :" ¡¡llegaron, están aquí!!", le dije, muy quedo, en el oído a mi hermana que dormía y que no quería ver a los Reyes porque mami había dicho que se rompería la magia y no volverían.
Boba, le susurré, vamos a ver para decirle mentirosa a Minerva mañana.
Se desperezó. Sigilosas subimos por la pared de madera que separaba nuestro dormitorio de la sala, pared que no llegaba al techo y que tenía virotes de madera que nos sirvieron de escalera. Subimos con cuidado, poco a poco para no nos notaran.
La sala estaba iluminada. Pensé que los Reyes prendieron la luz para guiarse hasta la yerba fresca que les esperaba al pie del sofá. Asomamos el rostro por encima de la pared y ¡¡¡¡¡¡¡¡el que tenía en su mano la caja de música miró hacía arriba y nos vio!! !Su semblante cambió y dijo: " se perdió la magia nos vieron".
Tenía ocho años y mi hermana seis. Los Reyes no volvieron nunca más. El hechizo se había roto. Minerva tenía razón.
Cuando mi sobrino Nelsón le dijo a mi hijo que Santa Claus no existía, este le increpo enojado "ahora dirás que los lo Reyes Magos tampoco existen.., eso no te lo voy a creer".
En nuestra casa no existe una tradición de Santa Claus, tradición que nos resulta culturalmente ajena y carente del sentido de la Navidad, pero siempre el niñito Jesús compartía con mis hijos sus propios regalos en ese el día de su nacimiento. Así que la existencia o no de Santa no cambió nada en su vida. Pero, los Reyes, ésa era otra historia.
Le dije a Marcos y a su hermana, que escuchaba calladita la conversación entre su hermano y su primo lo mismo que me había dicho mi madre hacía treintitrés años: "es un asunto de fe en la magia, mientras creas en ellos, vendrán, mientras no los vean, vendrán".
Mis hijos tienen ahora 30 y 32 años respectivamente. Este año escribieron como siempre su carta a los Tres Reyes Magos. Mañana en la tarde colocarán la yerba en un lugar estratégico donde no ensucie mucho. El domingo, Día de los Tres Reyes Magos, se levantarán temprano . Encontrarán en lugar de la yerba los regalos que pidieron. Mis hijos no han visto nunca a los Reyes, mis hijos son muy sabios.
Hilda Vélez/ enero/ 2008
Serigrafía de los Reyes Magos
de Tainahíl Reyes (una de los tres "Reyes" sabios de mi familia)
Si hubiera sabido que sería la última vez, tal vez hubiera cambiado de tema tan pronto divisé a mi madre parada en la cocina en posición de oírnos. No pasó mucho tiempo desde que Minerva se fue para que mami nos abordara en la misma cocina para decirnos .."si insisten en ver a los Reyes Magos se perderá la magia y ya no volverán"....
Llegaba tarde, al menos para mí . La suerte estaba echada. Ese día yo esperaría a los Reyes despierta, o peor aún, me haría la dormida. De esta manera esperaba probarle a Minerva que los Reyes sí existen, que lo que nos contó es una patraña de una resentida. Los Reyes llevaban años sin visitarla con muy buenas razones. ¡Qué falta de fe en la magia de esos tres caballeros magos de Oriente! Dudar de su existencia. Claro, para ella era difícil reconocer que la razón por la que no la visitaban era, precisamente, su falta de fe y su mala fe de andar desacreditándolos por todas partes y sembrando la semilla inquieta de la duda en el corazón de otros niños.
Esa noche, como toda víspera, nos acostamos temprano. Las voces de los amigos reunidos en el balcón y en la calle frente a nuestra casa conspiraron para que el sueño no me alcanzara antes de que los Reyes llegaran. Pero, no lo duden, en cada vuelta que nos dio mi madre, pareció inclusive, que roncaba. Mi madre comentó: "a esta le va a dar catarro otra vez, ya está tupida. Oye como ronca."
En algún momento cesó la algarabía, los vecinos también se retiraban aludiendo a que tenían que ir a esperar los Reyes. Todo fue silencio por un rato no muy largo. La música dulce de una cajita me avisó :" ¡¡llegaron, están aquí!!", le dije, muy quedo, en el oído a mi hermana que dormía y que no quería ver a los Reyes porque mami había dicho que se rompería la magia y no volverían.
Boba, le susurré, vamos a ver para decirle mentirosa a Minerva mañana.
Se desperezó. Sigilosas subimos por la pared de madera que separaba nuestro dormitorio de la sala, pared que no llegaba al techo y que tenía virotes de madera que nos sirvieron de escalera. Subimos con cuidado, poco a poco para no nos notaran.
La sala estaba iluminada. Pensé que los Reyes prendieron la luz para guiarse hasta la yerba fresca que les esperaba al pie del sofá. Asomamos el rostro por encima de la pared y ¡¡¡¡¡¡¡¡el que tenía en su mano la caja de música miró hacía arriba y nos vio!! !Su semblante cambió y dijo: " se perdió la magia nos vieron".
Tenía ocho años y mi hermana seis. Los Reyes no volvieron nunca más. El hechizo se había roto. Minerva tenía razón.
Cuando mi sobrino Nelsón le dijo a mi hijo que Santa Claus no existía, este le increpo enojado "ahora dirás que los lo Reyes Magos tampoco existen.., eso no te lo voy a creer".
En nuestra casa no existe una tradición de Santa Claus, tradición que nos resulta culturalmente ajena y carente del sentido de la Navidad, pero siempre el niñito Jesús compartía con mis hijos sus propios regalos en ese el día de su nacimiento. Así que la existencia o no de Santa no cambió nada en su vida. Pero, los Reyes, ésa era otra historia.
Le dije a Marcos y a su hermana, que escuchaba calladita la conversación entre su hermano y su primo lo mismo que me había dicho mi madre hacía treintitrés años: "es un asunto de fe en la magia, mientras creas en ellos, vendrán, mientras no los vean, vendrán".
Mis hijos tienen ahora 30 y 32 años respectivamente. Este año escribieron como siempre su carta a los Tres Reyes Magos. Mañana en la tarde colocarán la yerba en un lugar estratégico donde no ensucie mucho. El domingo, Día de los Tres Reyes Magos, se levantarán temprano . Encontrarán en lugar de la yerba los regalos que pidieron. Mis hijos no han visto nunca a los Reyes, mis hijos son muy sabios.
Hilda Vélez/ enero/ 2008
Comentarios
Un abrazo en esta fiesta tan especial.
Hilda