La cuarta visita

                                                               Yo quisiera ser llorando
                                                               el hortelano
                                                               de la tierra que hoy pisas
                                                               y estercolas
                                                               compañero del alma
                                                               tan temprano..
                                                                                        Miguel Hernández
 
1.
Anoche soñé con Adal.  Reviví el momento en que el viejo muro de ladrillo se derrumbó sobre él. También soñé con los otros, su madre y sus hermanos, quienes azorados, desesperados e  incrédulos quedaron paraditos al  otro lado del muro, justo en el lado de la vida.  De ese lado los dejó Adal, con  sus barrigas  y  rodillas prominentes, con su a-penas vida a penas de muerte.  También  me dejó a mí. 

         A los siete años, triste  y enojada, lamenté por igual la partida del amigo y la pérdida del muro de nuestros juegos.  Esa fue la primera vez, según recuerdo,  que la muerte me dejó en éste, el lado de la vida. 
              
2. Una tarde, luego de varios meses de ausencia, regresé al barrio de mi niñez.  Allí reencontré a la más querida amiga.  Sentada en la misma roca en que nos sentábamos de niñas, me dijo en voz baja y triste "ya no quiero vivir".  A los catorce años, con su vientre recrecido y las rodillas escondidas en la evidente hinchazón de sus piernas, mi amiga, la entrañable, la extrañada,  me anunciaba la falta de sentido de su vida. 

         En broma, por incrédula,  le aconsejé  disponer  de sí  con el mismo veneno con el que nuestros padres se deshacen de los ratones.  Le dije que lo bebiera con leche para que no le supiera tan amargo. "Bueno mejor con agua", corregí, recordando que la leche era un lujo en su vida, y cuando la había era sólo para quitarle lo puya al ralo café de sus mañanas.  Mi broma la devolvió con  llanto.  Un llanto suave, sin sollozos, calladito.  Comprendí que hablaba en serio.   Arrepentida la abracé.  Le dije cuánto la amaba ....  

         La mañana siguiente me despertó mi tío.  Con voz entrecortada por la emoción dijo: "Sol --la de los rayos de luz en el nombre--  se suicidó.  Tomó veneno para ratas con un vaso de agua.".  Cuenta su hermana   que comenzó a retorcerse de dolor y a vomitar sangre. Llegó viva al hospitalillo del barrio.  Allí la recibió una enfermera desvelada  que se ocupó  de hacer con ella  el inventario de lo inexistente. No tenían con qué salvarle la vida, sólo una  ambulancia  vieja y trotona  en la que la trasladaron al Hospital de Distrito, luego de localizar, borracho, al  conductor, “Pobrecita”, añadió mi tío, “nadie sabe quién es el papá de su bebé”.  Lloré amargamente, por amor, por remordimiento.  Ésta fue la segunda vez que la muerte me dejó, confundida,  del mismo lado de la vida.
       Sol me visitó cada noche durante muchos años.   Jugábamos a que estaba viva o a que estaba muerta. Era un sueño tan real que muchas veces  lo soñé despierta.

       3. Una tarde me quedé a solas con Gloria.  Me pidió que me acostara a su lado y la abrazara.  A  la amiga robusta, alegre, decidida y coqueta la esperaba  la muerte tal como dice  Miguel Hernández --enamorada-- y se comportaba la vida, también a lo Miguel Hernández --desatenta.  Una lenta y dolorosa enfermedad se apoderó de su  cuerpo  al que  le tomó todo menos los huesos y el pellejo.  Le dejó  intacta la hermosura de su rostro junto a las ganas de amar y ser amada.  También la lucídez para verse morir.
         Cuidar de  Gloria me enseñó la gloria de cuidar.  Para ella  inventé inversosímiles cuentos  mientras  masajeaba  sus pies con olorosas cremas cuyo olor cosquillea  mi  nariz cada vez que pienso en ella.      
       Esa tarde a la que aludo me acosté a su lado y, abrazándola  le susurré  al oído ¿volverás de la muerte si es posible?  ¿me contarás si Dios existe? ¿me dirás cómo se siente estar muerta?  Asintió con mirada cómplice e hicimos un pacto de amigas a punto de perderse.  Junto a Gloria, con toda su vida en ella, pude llorar su muerte.
         
           La tarde en que le permitieron morir  estuve ocupada salvando mi propia vida.   En  el momento exacto en que apagaron el respirador que durante más de un año permitió a los médicos  declararla viva,  trataba yo de sobrevivir a  un propio e intenso dolor.  No estuve allí para verla ir.....  y me quedé, muy sola, de cuerpo presente, otra vez justo al otro lado de la muerte.
        
***
          Gloria se fue tranquila.  No ha vuelto.   No sé si es  porque la muerte  es absoluta y eterna o si se retrasa  para disfrutar de mi impaciencia.   Pero, cabe decir y esto es muy cierto, que desde hace un tiempo me visita una mujer desconocida cuyo rostro no alcanzo a ver,  que se hace visible por momentos y se mueve con sigilo. Se ocupa de encender y apagar, de abrir y de cerrar.  Y no molesta.
   
          Todo esto lo cuento para que vean que son cuatro las veces en que la muerte me dejó de este lado, el mismo lado de la vida.

Hilda/2006

Comentarios

Silvia Loustau ha dicho que…
Hilda, es muy conmovedor, y creo que encierra una inquisitiva filosofica , tu relato . ¿Cuántas veces nos hemos queda del lado de la vida ? Quizá aun tenemos mucho para hacer, amiga.
Un abrazo de

Silvia Loustau

www.silvialoustau.nlogspot.com
Anónimo ha dicho que…
Hilda

Gracias por esta cantidad de regalos tan hermosos. Es impresionante como la vida es gemela de la muerte y la alegría a veces contenida en la tristeza.

Un abrazo grande
Chiquita
Anónimo ha dicho que…
Lindo.. gracias por hacerme parte de tu mundo...

Un besote,
tqm
Romy
Verónica Ruscio ha dicho que…
Qué intensidad tiene este relato, Hilda. Es imposible hacerse el indiferente.

Cariños desde Buenos Aires.

Verónica
Siluz ha dicho que…
Algún día nos tocará cruzar el muro, pero que no nos empujen. Que cuando pasemos de lado, sea porque es nuestro tiempo, que la vida no se nos haya escapado sin vivirla.
Emotivo relato, Hilda.
Un abrazo.
Hilda Vélez Rodríguez ha dicho que…
Gracias Siluz y Verónica por visitarme y por sus comentarios.
Unknown ha dicho que…
Muy bueno Hilda, aprender de la vida y de las partidas. Lo narras con amor. Besos y gracias por estar, Julia
Hilda Vélez Rodríguez ha dicho que…
Es un pedazo de mi vida lo que narro.
Gracias por visitarme.

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